Cuando el ocaso cae, las luces cambian, y aunque el escenario es el mismo, parece todo diferente. Los tonos blancos de las callejuelas, ahora se tornan amarillentos, el agua de las fuentes empieza a correr y los vecinos salen a las puertas de sus casas a comentar el día.
Y es que aún quedan rincones dónde se conserva la esencia y saben a añejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario