miércoles, 17 de octubre de 2012

Imagineros de la Luz: La Exposición



Hace un año y medio, en marzo de 2011, cumplía uno de esos sueños de los que una se siente orgullosa para siempre. Tras muchos meses de arduo esfuerzo, salía a la luz un libro con fotografías de Semana Santa, el cuál realicé con 4 de mis mejores amigos. Imagineros de la Luz nos mostraba, de una forma diferente la semana santa de nuestra querida Ciudad Real.



No se trataba de un catálogo dónde estuvieran expuestas fotografías de todas y cada una de las imágenes de nuestras cofradías. Queríamos hacer algo distinto, por eso quisimos enfocarlo desde el punto de vista más artístico, más cofrade, más sentimental. Queríamos que las fotografías no fueran simples postales, si no que transmitieran algo a los ojos del público. 



Así pues, nuestro presidente de la Asociación de Cofradías, Emilio Martín, nos apoyó y nos dio vía libre desde el primer momento, pues el libro lo editó la Asociación de Cofradías de Semana Santa. Se dividía en cinco secciones, como si de una cofradía se tratase: Las Vísperas (con fotografías previas a la semana santa, principalmente, de cuaresma con cultos y actos de las diferentes cofradías) El Cortejo (dónde podíamos ver nazarenos o insignias de las hermandades en la calle) La Pasión del Señor (fotografías de nuestros pasos de misterio y crucificados) El Llanto de María (nuestras dolorosas) y La Esencia Cofrade (detalles y esas cosas que muchas veces se nos escapan viendo las cofradías)



Para presentar el libro, realizamos una exposición, con algunas de las mejores fotografías del mismo. La misma tuvo lugar en el Antiguo Casino de Ciudad Real, y estuvo expuesta durante dos semanas, en las que pasaron cientos de personas para verla.




Tratamos de cuidar al máximo la estética de la exposición, agrupando a las fotografías según su luz, su color, su contenido... consiguiendo finalmente un buen resultado. Los autores de las fotografías: Miguel Barba Ortiz, Leticia Isabel Cabezas Bermejo, Gonzalo Garrigós Domínguez, Jorge González Rivas, y una servidora. También cabe destacar que la portada del libro fue obra de Pedro Pablo López Hervás y que Rubén Marín dibujó la acuarela de la dedicatoria.

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